miércoles, 7 de enero de 2009

UN QUIJOTE DE LA EDUCACIÓN




Por Juan Pablo Muñoz P.
28 de noviembre de 2008


Este quijote no lleva más armadura que un libro; su escudero ha sido siempre Dios; no tiene caballo pero solo anda por el camino rial. Doncella si tiene, y como el mítico caballero andante, su musa es una ensoñación: la educación.

Albeiro Moncada ha ejercido la docencia desde hace ocho años en por lo menos seis escuelas rurales del municipio de San Rafael. Dice que pudo sobrevivir de milagro, quizás a la época más violenta del oriente antioqueño.
Con mucha modestia él mismo afirma que su historia es particular, pues no conoció a sus padres y tuvo que arreglárselas solo para sobrevivir, creció divagando en los municipios del oriente antioqueño y narra celoso tal como lo haría un veterano de una guerra, que ayudó a derribar muchas de las casas del viejo Peñol, lugar que posteriormente inundarían para construir la reconocida represa.
Este guerrero está a punto de graduarse como Licenciado en Filosofía y Educación en la Universidad Católica de Oriente, allí, se ha encontrado un espacio que le da las posibilidades para desarrollar sus objetivos.

Albeiro cuenta que fueron muchas las veces que se encontró a la orilla del camino, yendo para la vereda, con los cuerpos sacrificados de campesinos conocidos sin poder acercarse a prestar algún auxilio por innecesario que fuese. Apretando no solo los dientes caminaba derecho fingiendo indiferencia ante la barbarie. Otras veces le tocó asistir a una macabra selección, perdió la cuenta de las veces que fue testigo de cómo con lista en mano, los unos o los otros, paracos o guerrillos, en las narices del ejército hacían bajar del bus escalera, para ajustar cuentas, a los que indudablemente, según él, habían tomado partido.
En la Y o en el relleno sanitario, todavía en zona urbana de San Rafael, tiraban los cadáveres de los más afortunados, los cuerpos de con quienes se ensañaban iban a dar al rìo, o por descuartizados o tal vez por lo irreconocibles que quedaban, cuenta Albeiro sin querer ampliar el tema.






“Es que el recuerdo de tanta tragedia es para volver loco a cualquiera, yo es para que estuviera convertido en una persona bien resentida, para que me hubiera ido a un grupo de esos; me ha dicho el sicólogo”, dice Albeiro y después enmudece un rato.
Los calvarios se hacen incontables y desde hace mucho tiempo que se han convertido en una parte más del paisaje.




“Muchas lágrimas derramé a causa de las injusticias en este pueblo”, lamenta Albeiro aclarando que nunca simpatizó con ningún actor del conflicto; “Tal vez eso fue lo que me salvó”, continúa mientras argumenta su carácter humanista.
“A mi si se me arrimaban a preguntarme que yo que opinaba de estos o de los otros, y yo nada, yo lo único que decía es que cada cual ya tendría que rendir cuentas ante mi Dios, y con eso los despachaba”, y vuelve a enmudecer.





Desde hace dos años Albeiro Moncada es dinamizador para el núcleo zonal de San Rafael del proyecto “Escuelas generadoras de vida comunitaria”, realizado por la Universidad Católica de Oriente en este municipio, Abejorral y Cocorná.
El proyecto tiene como uno de sus objetivos principales, conseguir que las familias desplazadas por la violencia que afectó por varios años estas regiones, regresen a sus tierras, conformen un núcleo social alrededor de las instituciones educativas y generen proyectos productivos; todo esto en pos de provocar la emergencia de una sana vida comunitaria.












Albeiro es una persona reconocida por todos en la región. Con su trabajo, dirigido desde el proyecto que lidera en siete veredas, ha conseguido devolver la confianza a los habitantes, la esperanza a los jóvenes y la sonrisa a los niños.
Este hombre es un estoico, un altruista, y es un Quijote.



Los resultados saltan a la vista; los lugareños han regresado a sus parcelas, los niños a las aulas y la tranquilidad a los corazones.






A pesar de esto el miedo desgarrador de otras épocas se resume, todavía hoy, en campos demarcados por estar sembrados de minas, ranchos caídos por el abandono y el usual olvido al que son sometidos los hijos bastardos de un Estado abortivo.











La madrugada del 20 de febrero de 2002, guerrilleros del 9 frente de las Farc, dinamitaron el puente de Danticas, en la vía San Rafael-San Carlos. Una ambulancia en la que iba Flor Emilse García, una joven de 23 años que estaba en labor de parto, se fue a la represa. Ella, su hermana Janeth, y Elvia Guarín, una auxiliar de enfermería que la estaba asistiendo, perdieron la vida. Casi nueve años después el puente aun no ha sido reparado.
Desde este punto situado a diez kilómetros de San Rafael, Albeiro se adentra por una trocha tres horas en bus escalera, aunque la ruta solo viaja hacia la vereda Las Divisas, uno de los lugares donde realiza su trabajo este Quijote, los fines de semana.
El resto de días, que son la mayoría, este caballero andante, que afirma que es de “buen andar”, recorre a diario entre escuela y escuela trayectos de horas enteras para llegar a las escuelas donde dicta sus talleres, allí mismo se queda a pernoctar o en la casa de algún comedido campesino, para continuar al día siguiente con su quijotesca empresa: sacar adelante en siete veredas que limitan entre los municipios de San Rafael y San Carlos, el proyecto de la Universidad Católica de Oriente “Escuelas generadoras de vida comunitaria”.

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