miércoles, 7 de enero de 2009

CON DERECHO AL LENGUAJE COLOQUIAL (dado que la opinión es lo único no vetado por los editores)


Por Juan Pablo Muñoz P.
30 de noviembre de 2008
Es cierto que el monopolio de los medios de comunicación (más no de la información, porque existe aun esperanza) está en manos de pequeños grupos económicos que cumplen al papel de mecenas cuando no es que son los dueños. Ese papel no es el preocupante, es el poder que de allí emerge: el poder de dirigir la información en pos de sus intereses particulares, dejando de lado los colectivos, dejando de lado los derechos democráticos.
Aquí hay que hacer una aclaración: los medios de comunicación públicos, que por derecho pertenecen a todos, ya los perdimos, o por lo menos sabemos que de acuerdo con el poder hegemónico todo cuanto se publique y emita allí no será más que una propaganda de las políticas del Gobierno de turno (al servicio de los gremios económicos). Y para continuar con lo que decía en el párrafo anterior, muy parecido sucede con los medios de comunicación pertenecientes al gremio de los intereses privados, es que muy a menudo (por lo menos en Colombia), estos interesados en sus bienes particulares son los que por elección pública (qué paradójico) se encargan de velar por los intereses públicos desde escenarios políticos estatales.
Es caminar en círculos, redundar, la serpiente mordiéndose la cola.
Ocurre allí una simbiosis funesta para el público. El resultado de esa relación maquiavélica y en algunos casos, parasitaria, entre el Estado y los dueños de los medios pueden enceguecer a un país entero hasta el punto de que pierdan de vista lo que es la libertad de la información, de ser informado verazmente y lo que es peor: de vivir en un mundo irreal.
Con esta pérdida de la libertad de la información lo peor que puede pasar es que se pierda la noción de la realidad y se empiece a vivir una realidad inducida, una mentira creada por quienes detentan el poder, por las elites políticas, con el fin de conservarlo y mantener alejados a los ciudadanos de los escenarios de control.
En todo caso lo que se está diciendo aquí es una repetición de la repetidera, ya se sabe que el suministro de información a los ciudadanos está limitado, que es diferente tener acceso a la información maquillada por parte de los poderes públicos (porque los poderes públicos no existen, están viciados: hace falta una revolución de lo público, una explosión de histeria colectiva, un ataque esquizofrénico de dignidad que reclame por sus derechos), es diferente a tener acceso a las fuentes de información directamente. Algo imposible para todo el mundo.
¿Dependemos entonces del periodismo investigativo, de los periodistas altruistas y estoicos que asumen su labor abnegadamente, de las ONG’s y de la casualidad? Ese panorama está más opaco que cualquier otro por osado que sea.
Los tiempos han cambiado y los periodistas ya no son los de antes sí, pero no se puede esperar que en las academias de periodismo se dicte una clase de Criterio periodístico, a lo sumo la Ética aun campea por las aulas ante los estudiantes indiferentes y algunos se preguntan por la obviedad y por ende de lo innecesario que resulta que aquello se enseñe.
Para qué sirve la enseñanza de la ética en un país donde los periodistas son solo mandaderos y mensajeros de los editores, y los editores de los dueños, y estos del Gobernador, y éste, vaya uno a saber! Del diablo!
Y el Criterio… para argumentarle a la mamá cuando le dice a uno que “es que en la radio dijeron tal cosa…” que todo lo que dicen allí no es verdad. No hay poder humano (para ser consecuente con el lenguaje de la mamá) que la haga cambiar de parecer después de que su hijo está compitiendo con lo que dice un dinosaurio como Juan Gossain.
Y es que el acceso a la información por parte de un ciudadano de a pie no es más que una casualidad, la gente pone el telediario para esperar los deportes o las modelos con los chismes de la farándula. Un noticiero de televisión invierte el diez por ciento del tiempo total de la emisión en noticias de interés social, y aquí hay que decir que el real interés social de nuestro país es todo lo que no es entretenido.
No tenemos una cultura de lo público, ese estallido de dignidad colectiva que algunos esperamos nunca llegará. Lo mejor es darnos por vencidos y con esa actitud derrotista esperar una reacción de sicología inversa en la cual algunos pocos cazanoticias se sientan aludidos y se promueva por Facebook una moda de los indignados.
Cinco mil firmas para desnudar públicamente a una modelo, porque no, cinco mil desnudos para modelar por la dignidad de lo público.
El dibujo de nuestra realidad se ha convertido en un paisaje que vemos sin asombro, nada nos causa escozor al ver la tele. No los voy a nombrar a todos pero usted haga un intento por recordar que fue lo último que lo conmovió al leer con detenimiento un diario, o al escuchar la voz gangosa de Arizmendi con sus muletillas de periodista ducho en palabrería contando la historia de la recompensa que fue a dar a las manos de un guerrillero por la mano de otro guerrillero. Cinco mil millones del bolsillo de los colombianos a las arcas de un devastador, de un depredador. No hay derecho! Anécdotas hay muchas (anécdotas, cómo le parece en lo que se convierte nuestra realidad, en historias para asustar los niños y cómo no, en guiones para cine: el collar bomba, la caleta llena de dólares, la vajilla de oro de los cien millones de pesos – ésta todavía no -).
Había una vez en Colombia un país que se convirtió en paisaje.

No hay comentarios: