lunes, 19 de enero de 2009

LA ILUSIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA


Por Juan Pablo Muñoz P.
Enero de 2009
La Opinión Pública colombiana y la influencia que ejerce en la Política de nuestro país, no es más que una ilusión.
Haré gala de una de las libertades más preciadas que tiene cualquier ciudadano del común: la libertad de expresión, y como no tengo pruebas de lo que diré, digamos que no es más que una opinión, cosa tan subvalorada por estos días. Que sea el lector, el que en su sano juicio interprete lo leído y si es más audaz que este servidor (cosa que de antemano doy por hecho, puesto que es para ese tipo de lectores a quien va dirigido), sea él quien esgrima las pruebas necesarias para sustentar lo siguiente y le dé tinte de hipótesis. El ejercicio quedará medianamente satisfaciendo las necesidades de todos, si es qué, este texto consigue en su mayoría adeptos y no detractores, que honestamente piensen (como yo), que saltan a la vista las evidencias objetivas para sustentar que la Opinión Pública colombiana y la influencia que ejerce en la Política de nuestro país, no es más que una ilusión.
Entendiendo que toda opinión es una ilusión de conocimiento, e ilusionado con no tener que renunciar a ello para darle paso a la evidencia científica, empecemos diciendo que en nuestro país no existe una verdadera Opinión Pública, porque la que existe es ficticia, y ésta que falazmente cumple con el papel de la ausente, no tiene la contundencia que, por mera parafernalia debería investir. Es tan débil y prefabricada por los medios de comunicación, que es maleable al antojo de los gremios económicos dominantes al igual que todo lo que la subyace, lo que la constituye: un discurso improvisado cada vez que el dólar sube o baja. Me estoy refiriendo a la manipulación de la economía sobre todo interés político (Estado, sociedad y O.P.). Ese es el carácter de la opinión pública de este país, el que impongan los dueños de la información, la Agenda Setting.
En Colombia opera a la perfección el modelo planteado por Isabelle Noelle Neumann, La espiral del silencio. Por varias razones heredamos un país que desconoce la naturaleza de lo público, aquí lo público siempre ha sido ajeno a la colectividad, al pueblo. Desde la posibilidad de expresar libremente lo que se piensa, a conformidad o a inconformidad hasta las peores violaciones a los derechos fundamentales, viéndolos como beneficios para todo el público. Una de las razones más importantes, y que hace que el nombre del modelo propuesto por Neumann suene literal, es la espiral del silencio en la cual a fuerza de amenazas (y matanzas) se ha enredado a los ciudadanos para que se callen y no expresen sus inquietudes, inconformidades y hasta sus propuestas para alimentar ingenuamente el sistema corrupto que acalla las voces del pueblo.
La voz del pueblo es la democracia. He aquí otra de las razones por las cuales este país carece de una opinión pública activa, generadora de cambios sociales, de participación en la toma de decisiones, del mejoramiento equitativo de la calidad de vida de los ciudadanos. Pensamos que nuestra tarea está cumplida solo con el hecho de acudir a las urnas y darle el poder de la representación (representación, literalmente puesto que llevan acabo su puesta en escena en la nueva plaza pública) a un fulano que desde la cuna esta vendido y se debe a sus patrocinadores, los políticos son productos de mercado que venden ideas de tranquilidad, sensaciones de sosiego que permiten al ciudadano del común liberarse del peso de lidiar con una sociedad fracasada.
Los políticos que elegimos para que nos representen en la toma de decisiones son a la sociedad placebos que distraen nuestra ausencia de responsabilidad, nos convierte a todos en Poncios Pilatos que dimitimos a cambio de un espejismo alucinante: el poder de la opinión pública, la democracia.
Otra de las razones importantes para que en nuestro país la opinión pública sea no más que una ilusión, es que tenemos un pueblo mal educado. No conocemos del verdadero valor de una fuerza popular, no sabemos que la O.P. es el único mecanismo capaz de cambiar el rumbo de una política estatal lesiva para el pueblo, de conducir masas por la senda de la recuperación del poder cuando en el trayecto se ha desviado. Y las masas irracionales que inevitablemente tienen el afán de un líder para seguirlo a la manera de un rebaño, están desprotegidas y a merced de la propia ignorancia y de la ceguera por el poder, es allí donde aparecen los mesías a salvar y dirigir el rebaño, y quienes conocen de los falsos profetas se callan para no apostar al perdedor. Así funciona nuestra espiral del silencio cuando es por las buenas.
Hay quienes optimistas plantean otros modelos de la O.P., el de la cascada con sus rebotes y remansos insignificantes es risible. Es muy coherente con su utópica explicación, como si lloviera hacia arriba. Ese modelo es excluyente al plantear los líderes de opinión. Las encuestas no merecen la pena de ser tomadas en cuenta como un nuevo proceso de opinión pública, todos sabemos que el sondeo obtenido allí es el fruto de respuestas políticamente correctas.
Nuestro país no puede seguir basando su comportamiento político en una ficción.
Nuestra opinión pública es una máscara que maquilla el rostro de un anciano decrepito y los colombianos seguimos pensando que vemos la realidad a través de los ojos de las reinas de belleza.

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