jueves, 1 de mayo de 2008

ROMEO DEAMBULANDO EN LA TRIBUNA

Por Juan Pablo Muñoz P.
Noviembre de 2007
(la entrevista fue hecha en Junio de 2008)

Lo bueno del suicidio es que no se puede repetir

Me topé con el actor de Teatro Héctor Gómez, Romeo, en Tribuna Capuleto, otra de tantas versiones de Romeo y Julieta de Shakespeare, esta vez, y como quizás diría un purista del Teatro Isabelino: profanado por el grupo de teatro Deambulantes. Aún sabiendo que yo había ido al estreno de la obra en el cierre del IX Festival de Teatro Colombiano Ciudad de Medellín, me preguntó: “¿La vas a volver a ver?” y lo primero que se me ocurrió decirle, a propósito del sublime final de la obra original, modificado en esta versión por el director, fue: “Lo bueno del suicidio es que no se puede repetir”. Es que en la de Shakespeare Romeo y Julieta se suicidan por la sincronización funesta de varios sucesos que obligan a los protagonistas a ese desenlace, he ahí la genialidad de la pieza, los amantes son objeto de la manipulación divina del destino.
En esta actualización dramatúrgica que hace Álvaro Sierra Eljach y que Álvaro Narváez (el director del montaje) cercena a su amaño, a Romeo lo matan a puñaladas, muy fiel a la temática de la nueva versión: la rivalidad entre las barras bravas de dos equipos de futbol. Sin embargo lo inconmensurable de la original es el equivoco suicidio de los amantes, no el homicidio. Este aparente simple cambio en la historia, le arrebata a Romeo lo más importante de su identidad, la obligación de renegar de ésta, así mismo, lo deja sin el honor de renunciar a ella si es que consigue al final quitarse la vida al ver que es culpable de la muerte de su amante.
No es el único cambio. En el afán por hacer teatro contemporáneo o de vanguardia, algunos colectivos teatrales de la ciudad han mal interpretado el oficio y el concepto; han introducido en sus espectáculos innovaciones que aparentemente dan cuenta de la renovación de las forma clásicas, pero no es tan sencillo, el teatro de vanguardia no consiste solo en modificar la estructura dramática y la distribución del espacio escénico, ni tampoco en la mezcla con otros lenguajes, en este caso el audiovisual. En este caso el manejo irresponsable del lenguaje del video: varias cámaras siguiendo en vivo escenas mal iluminadas y hechas desde ángulos y tomas aberradas muy lejanas al lenguaje del video; hacen añorar el teatro a la antigua y el video en el televisor, así mismo a los actores en el escenario y al público en su lugar. Para este caso, mejor en casa viendo t.v.

Esta historia no es una aproximación a la obra de Shakespeare, es una versión desfigurada del amor y de la épica resolución de morir por su causa; es una osada parodia que nos aleja de lo poético en Shakespeare. A cambio, el espectador desprevenido se va a casa pensando al dramaturgo inglés como un simple traductor de la realidad trágica que se vive en algún sector de la sociedad, en este caso, tras el intento de actualización de la obra, la realidad violenta de las barras bravas de Medellín. El sacrificio del suicidio como precio por el derecho al amor es desplazado por un desenlace recurrente de cualquiera esquina de barrio: una venganza que involucra envidia, pasión e intolerancia. El riesgo es muy alto, al querer aprehender el carácter global de Romeo y Julieta, el mismo que ha hecho la obra original inmortal, paradójicamente la pieza es transformada en una historia anecdótica, y más preocupante aun, incluso irresponsable: Tribuna Capuleto es una apología a la tan incomprensible guerra de barras bravas. En ese caso, celebremos entonces, “poéticamente”, un gol y una puñalada.

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